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sábado, septiembre 21, 2024

Akii-Bua, John

BiografíasAkii-Bua, John

John Akii-Bua:
En la distancia, otro «juguete roto»

Por Carlos Toro

Había ocurrido el viernes, pero la mala nueva llegó al estadio olímpico de Múnich el domingo, durante la disputa de la Superliga europea de atletismo. John Akii-Bua había muerto. La noticia se extendió rápidamente por los pupitres de prensa y probablemente todos los periodistas, los que lo vimos correr y los que sólo lo conocen por el eco de sus hazañas, contemplaron durante unos instantes la pista que lo coronó campeón olímpico en 1972. Un forma de homenaje hacia quien forma parte de la mejor leyenda del atletismo mundial.

Akii-Bua no era un atleta muy conocido en 1972. Dos años antes había sido cuarto en los 400 metros vallas de los Juegos de la Commonwealth. En 1971, en Durham, corrió en 49 segundos en la confrontación entre Estados Unidos y Africa. Pero cuando llegaron los Juegos de Múnich nadie pensaba en él, sino en el estadounidense Ralph Mann o en el británico David Hemery, plusmarquista mundial (en 48.12). Aquel 2 de septiembre de 1972, Akii-Bua los derrotó a ambos, dinamitó el récord mundial y se convirtió en uno de esos atletas que rompen barreras al descender de 48 segundos por primera vez en la historia: 47.82. Su plusmarca resistió hasta que apareció Edwin Moses cuatro años después en los Juegos de Montreal.

Akii-Bua causó sensación. Con 1,82 y 77 kilos, la elegancia y facilidad de su estilo, de una potencia de seda, hechizó al estadio y a quienes contemplaron por televisión en todas las partes del mundo la carrera.

El héroe, que concluyó la prueba sonriendo, tenía una historia fascinante. Venía de Uganda, donde nunca había nacido atleta alguno de mérito, era policía y procedía de una familia polígama. Se trataba de uno de los 50 hijos que su padre engendró en diferentes mujeres (él mismo ha dejado esposa y 11 hijos). Su fecha de nacimiento no estaba muy clara, pero parecía ser el 2 de diciembre de 1949, en Kampala, en Lango o en Lira. ¿Serán estos dos últimos lugares el mismo? Quizá, porque, según las agencias, una calle y un estadio de ambas localidades llevan su nombre, lo mismo que una avenida en un suburbio elegante de la capital, Kampala.

Tras su oro olímpico, John Akii-Bua se convirtió en un ídolo nacional, un semidiós. El dictador Idi Amin le colmó de honores y le regaló una casa en Kampala. Akii-Bua abandonó el país en 1979 cuando Amin fue derrocado, como tantos otros protegidos del dictador. Sólo se atrevió a regresar en 1987. En 1990 se hizo policía.

Hacía tiempo que estaba enfermo, no se sabía exactamente de qué: «problemas abdominales». ¿Cirrosis? Como muchos otros atletas africanos de máximo nivel, su paso de la gloria deportiva a la vida normal fue traumático y casi clandestino, ignorado o turbulento, alejado de los circuitos de noticias que llegan a Europa o América.

Sus exequias tendrán lugar el martes, en medio de honores oficiales. Todos tenemos la impresión de haber asistido en la distancia a la muerte física, nunca la mitológica, de otro juguete roto. Otro héroe de Múnich, el baloncestista soviético Aleksandr Belov, murió muy pronto de cirrosis…

John Akii-Bua, ex atleta, nacido en 1949 en Uganda, falleció en Kampala (Uganda) el 20 de junio de 1997.

La fuente: obituario publicado en el diario español El Mundo (www.elmundo.es), en su edición del 25 de junio de 1997.

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