Félix Houphouët-Boigny fue el primer presidente de Costa de Marfil (1960-1993). Nació en Yamusukro, de etnia Baulé. Estudió medicina, después fue agricultor y, tras implicarse en política, fundó el Partido Democrático de Costa de Marfil (PDCI) en 1945.
Asociando su prestigio como médico, su autoridad de jefe tradicional y el poder económico que le dan sus extensas plantaciones, se impone como portavoz de la población con la administración colonial. Su partido fue punta de lanza del movimiento anticolonial. Diputado en el parlamento francés, aliado con el PCF, luego con el PSF, que le ofrece más garantías de futuro, pasa a ser el hombre imprescindible para los intereses franceses en la zona, a los que servirá y de los que se servirá toda su vida.
Primer presidente de Costa de Marfil independiente (1960), boicotea la idea de una federación afro-occidental, celoso de la relativa prosperidad de su país y consciente de sus privilegiadas relaciones neocolonialistas con Francia. Costa de Marfil, gran productor de cacao, café, caucho y diamantes, atrajo a los inversores extranjeros, ofreciendo la seguridad económica de su línea capitalista, la estabilidad política de una dictadura “paternalista” y una mano de obra baratísima, procedente en gran proporción de los países vecinos.
La población pasa de cuatro millones,en 1965, a los quince actuales, con un 30 a 40% de población inmigrante, reciente o más antigua. Houphouet-Boigny quiso realizar el “panafricanismo en un solo país”. Todos los emigrantes tenían derecho a tierra, empleos públicos y participación en las elecciones. Su buena organización económica benefició a la burguesía costera y a los agricultores africanos, con sus precios altos asegurados. El país vivió una etapa de euforia y armonía interétnica, era el milagro de Costa de Marfil.
Antimilitarista convencido, Houphouet-Boigny firma con Francia la defensa contra ataques exteriores. Se despreocupa de un ejército reducido (sólo 7.000 hombres), multiétnico y mal pertrechado: “Un franco en gastos militares es un franco quitado al desarrollo”.
Pero el comienzo de los 80 marca el final del milagro. Se juntan la corrupción generalizada de un Estado patrón y organizador del desarrollo, los proyectos gigantistas, sin base en la realidad, las increíbles construcciones de prestigio (una copia de San Pedro de Roma, columnata incluida, en la ciudad natal del cristiano presidente), el descenso brutal de los precios del cacao y café. La deuda externa es galopante, en una huida vana hacia delante: en 1992 serán ya 15.000 millones $, dos veces el PNB, el pago se lleva el 50% de las exportaciones. Y la tendencia no cambia: 20.000 millones en 1996.
El nonagenario presidente gobierna con mano de hierro, habilidad, compra del oponente, torturas, asesinatos, todo vale bajo una capa paternalista. Un simulacro de multipartidismo y la muerte de Houphouet-Boigny, 1993, conducen a una época turbia en la que se van a destapar todos los problemas larvados en el tiempo de prosperidad.