Leandro Mbomio Nsue es un reconocido político y escultor ecuatoguineano. Nacido el 5 de enero de 1938 en Evinayong, pertenece a una familia de etnia fang. Fue ministro de Cultura de la República de Guinea Ecuatorial durante más de veinte años y una de las figuras artísticas más importantes de África, conocido en toda el continente como “El Picaso negro”. Es presidente de la Asociación de Artistas Plásticas del Centro Internacional de Civilización Bantú.
Fue el primer civil en el gobierno del presidente Teodoro Obiang y además el único que quedó tanto tiempo.
Por su aporte a la escultura y pintura ha sido nominado al premio “Príncipe de Asturias” en varias ocasiones y sigue siendo esa especie de figura que siempre tiene los méritos suficientes, pero siempre ha pasado inadvertido a la hora de otorgarle la merecida distinción internacional.
Su ardua labor creadora, la cual ha dado a conocer en los mejores museos de Asia, América, Europa, Oceanía y África, no es más que testimonio de un proceso que se inició en la Escuela de Artes y Oficio de Bata, Escuela de Cerámica de Moncloa y Escuela de Bellas artes de San Fernando, en Madrid; la Escuela Superior de San Jorge, como la beca recibida para estudiar arte puro en Alemania. Leandro Mbomio Nsué ha dedicado su existencia de artista plástico a luchar contra la injusticia y el fanatismo religioso y por otra parte, ha venido ganando un espacio para dar a conocer el fruto obtenido de su propia inspiración.
Desde muy joven se convirtió en un personaje importante a raíz de su propuesta y búsqueda creativa, en una época en la que la discriminación racial transitaba por todo el mundo. El ecuatoguineano se dedicó en cuerpo y alma a la investigación artística, estudiando los clásicos del arte de la negritud y aquella temática que llamó la atención de Pablo Picasso. Se inmiscuía en un universo cambiante y poco hurgado: la herencia de la tradición bantú contaba con elementos culturales que eran imposible de evadir por parte de su ingenio. Por eso, su actividad de indagar, examinar y coleccionar los elementos apropiados para su profesión fueron sacados de sus raíces. Se acostumbró a la misma rutina de los grandes artistas del mundo, gastando horas y horas en un ejercicio cotidiano que no cesaba en el logro efectivo de una pieza en particular.