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sábado, septiembre 21, 2024

Sese Seko, Mobutu

BiografíasSese Seko, Mobutu

Mobutu Sese Seko: El astuto hijo del cocinero

Por Marian Hens

Durante más de 30 años el dictador Mobutu Sese Seko, fallecido ayer (7/9/97) a los 66 años, rara vez se perdió la misa del domingo. Durante esas tres décadas, su país vivió un periodo marcado por la tortura y asesinato de opositores políticos, la corrupción de las élites, los desmanes de las Fuerzas Armadas y la miseria de la población, que acabó por convertir a Zaire en uno de los lugares más dolorosos de la Tierra.

Hijo de Mama Yema y un cocinero de los padres capuchinos belgas, Mobutu nació en Lisala, en la región norteña de Ecuador, y dio sus primeros pasos en una misión católica. En 1949 se enroló en la Fuerza Pública, y fue sucesivamente funcionario, sargento -el grado más alto al que podían aspirar los africanos-, periodista en el diario L’Avenir, y agitador nacionalista contra los colonos blancos desde la dirección de Actualités Africaines. En esta época, entró en contacto con el líder nacionalista y futuro artífice de la independencia zaireña, Patrice Lumumba, cuya confianza supo ganarse.

Sus facultades natas para la oratoria y su coraje ante el peligro fueron cualidades que impresionaron a sus protectores y que utilizó la CIA cuando las aspiraciones personales de Mobutu se mezclaron con las ambiciones estratégicas estadounidenses.

En 1960, Mobutu Sese Seko entra en el vacío de poder que siguió a la caótica independencia del Congo Belga, y con apoyo de la inteligencia norteamericana, juega sus bazas. Nombrado secretario de Estado para la Defensa en el Gobierno del presidente Joseph Kasavubu y de su primer ministro, Lumuba, empieza a desarrollar su talento para la intriga aprovechando la rivalidad entre ambos. Protagoniza un golpe de estado para facilitar la captura de su mentor, el prosoviético Lumumba, que acabaría siendo asesinado. Devuelve el poder a Kasavubu, que en pago por sus servicios, lo nombra Jefe del Estado Mayor. Pero también acabará traicionando a Kasavubu y en 1965 da su golpe definitivo, que lo colocó en el poder hasta hace pocos meses y durante más de tres décadas.

El ascenso meteórico del hijo del cocinero puede atribuirse a una combinación de fortaleza física y astucia política. Aplicó con eficacia la estrategia del divide y vencerás en el Ejército y la oposición. Cuando no lograba comprar a sus enemigos, los asesinaba. Su longevidad en el poder se cimentó en su brutalidad, su control sobre unidades militares clave y su temible guardia pretoriana. Pero también en un rasgo de su carácter: Mobutu tenía una capacidad inigualable para atraerse a antiguos enemigos. Nguza Karl-i-Bond, que relató públicamente las sesiones de tortura a las que le sometieron los secuaces de Mobutu, sirvió después como Primer Ministro en dos de sus gabinetes.

Sobre todo, fue un jugador consumado en la partida de las superpotencias, vendiéndose a Washington como bastión contra la expansión soviética en el continente africano. Francia, Bélgica y Marruecos intervinieron a su favor en los setenta y ochenta para aplastar los diferentes movimientos secesionistas, y otros países, encabezados por Estados Unidos, le suministraron armas y refuerzos.

Durante sus primeros años en la presidencia, Mobutu fue aclamado como ejemplo de la nueva generación de líderes postcoloniales. Pero cuando su mala gestión, la crisis petrolífera de 1973 y la caída del precio del cobre llevaron a Zaire a la recesión, Mobutu comenzó a improvisar. Lanzó una campaña de «autenticidad», una vuelta a las raíces que obligó a sus conciudadanos a abandonar los trajes y corbatas occidentales y a rechazar nombres cristianos. El mismo cambió su nombre de pila, Joseph Desiré, por Mobutu Sese Seko Kuku Ngbendu wa za Banga (El todopoderoso guerrero, que debido a su resistencia y voluntad inflexible de ganar, irá de conquista en conquista dejando fuego a su paso).

En los años siguientes, estableció un importante culto a la personalidad. Colocó su fotografía en las iglesias, el Mesías Africano. Nacionalizó y requisó propiedades y negocios de los extranjeros y los repartió entre sus parientes y partidarios. Pero supo hacer compatible esa fase de africanización con sus alianzas en Occidente.

Resplandeciente con su tocado de piel de leopardo, símbolo de la autoridad de los tradicionales jefes tribales, el jovial dictador tuvo pocas dificultades para seducir a casi todos los presidentes de EEUU, desde John Kennedy a George Bush. Como el propio Mobutu no se cansaba de decir, siempre que Washington necesitara un favor, el estaba encantado de hacerlo. Apoyó a Jonás Savimbi, líder guerrillero y cliente de Estados Unidos, en la guerra de la vecina Angola, y entrenó a las fuerzas leales a Hissene Habre, el candidato occidental al liderazgo del Chad.

Pero a principios de los noventa, la Guerra Fría había acabado, la democracia se extendía en Africa, y occidente se ruborizaba con los excesos de Mobutu.

Mientras sus súbditos se morían de hambre, el amasó una fortuna personal equivalente a la deuda externa de Zaire, unos cinco mil millones de dólares, que en su mayoría canalizó a bancos suizos. Otras expresiones de su grandeza eran sus posesiones en Europa: una apartamento en París, una villa palaciega en Cap-Martin, en la Riviera francesa, y otras residencias en España, Portugal y Senegal.

Impulsivo y generoso con sus parientes, Mobutu no se cansaba de responder a las incesantes peticiones familiares de dinero y favores.

Igualmente llamativo era la búsqueda de favores sexuales entre las esposas de sus socios políticos. «Se comportaba como un señor con derechos feudales», comentaba un antiguo ministro de su Gobierno.

Presionado para que realizara reformas políticas, el último gran dinosaurio africano -como ha sido descrito por su biógrafos- recurrió a las técnicas que conocía tan bien: cooptar a sus enemigos, retrasar interminablemente los cambios, destituir a sus ministros. Pero su autoridad central había empezado a tambalearse. En octubre de 1996, mientras se encontraba en Francia, se desató un conflicto originado por los enfrentamientos entre soldados zaireños y las milicias tutsis en el este del país, asolado por el caos de más de un millón de refugiados hutus procedentes de países limítrofes.

Laurent Kabila, ancestral adversario de Mobutu, aprovechó esta chispa para encabezar una rebelión contra el poder absoluto del dictador fascinado por Maquiavelo, Napoleón y De Gaulle.

Cuando el Gobierno de Bill Clinton anunció duras sanciones económicas y diplomáticas contra Kinshasa, Mobutu dijo: «Soy la última víctima de la Guerra Fría. EEUU ya no me necesita. La lección es que mi apoyo a la política norteamericana no ha contado nada». En solo siete meses, con el apoyo de los tutsis de Ruanda, Kabila deshizo la predicción favorita de Mobutu: «Si alguna vez dejo el poder, será rodeado de belleza, nunca bajo presión».

El 18 de mayo de 1997, Mobutu abandonó Zaire en busca de asilo definitivo en Marruecos.

Mobutu Sese Seko, ex presidente de Zaire, nacido en Lisala, provincia congoleña de Ecuador, el 14 de octubre de 1930, falleció ayer (7 de septiembre de 1997) en Marruecos.

La fuente: obituario publicado por el diario español El Mundo (www.el mundo.es) en su edición del 8/9/97.

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